Francia es una tierra de ganadería de una gran variedad de razas de rumiantes (más de 70 razas bovinas, ovinas y caprinas). Este amplio abanico de razas es una fuente de biodiversidad de aptitudes zootécnicas notables. Este patrimonio es una ventaja para responder a las necesidades muy variadas tanto de los ganaderos según sus condiciones de producción como de las cadenas agroalimentarias según sus mercados.
En cada una de las especies bovinas, ovinas y caprinas, esta paleta de razas permite en efecto a cada ganadero elegir la “síntesis genética” más apropiada a su tipo de producción y a sus objetivos en función de las condiciones de suelo, de clima y de cadena productiva.
Provenientes de una larga tradición de selección, las aptitudes de estas razas están íntimamente vinculadas a las características de las tierras que las han visto nacer y desarrollarse hasta convertirse hoy en día en tipos genéticos mundialmente buscados.
La diversidad genética de la ganadería francesa es a imagen de la de las tierras que componen el territorio nacional. Estas distintas condiciones de medio ambiente, unidas a los cambios de la historia política y económica (influencias anglosajonas en el Norte, de los países del centro de Europa en el Este, mediterráneas en el Sur, etc.) han engendrado naturalmente, con la participación de los ganaderos, esta biodiversidad del ganado francés.
Situado en el extremo occidental de Europa, Francia reúne a la vez, al Noroeste, el fin de la gran llanura Norte europea y al Sureste, el extremo del macizo alpestre. Por otra parte, subsisten dos macizos antiguos, erosionados y entrecortados de valles: Bretaña y sobre todo el Macizo Central. Estos macizos delimitan llanuras litorales o zonas rodeadas de pequeños valles (Aquitaine, Midi-Pyrénées, Languedoc).
El relieve y los suelos son de este modo de naturaleza muy variada: zonas montañosas de los Alpes y de los Pirineos, mesetas calcáreas de Causses, llanuras de la cuenca de París, colinas de Charolais, etc.
La variedad de los climas alimenta esta diversidad. La influencia oceánica garantiza a las zonas costeras un clima moderado y lluvioso favorable a los cultivos y a las producciones forrajeras. El Suroeste (Aquitania) constituye una zona de producciones variadas mientras que el Sureste es francamente mediterráneo.
Los macizos montañosos jóvenes, Alpes y Pirineos, se caracterizan por sus valles encajados y sus zonas de pastos en altitud, que se escalonan entre 1600 y 2500 metros. Las mesetas y montañas del Este, de clima más continental están por último ampliamente consagradas a los cultivos en las zonas bajas y a las producciones forrajeras, principalmente el pasto, en cuanto se eleva en altitud (Jura)